Un cierre que abre

Frente a nuestra tendencia a dejar que se nos escapen las maravillas de la vida, los seres humanos hemos creado estrategias para reparar nuestra ceguera y poder regocijarnos con ellas. ¿Celebrás tu cumpleaños? ¿Te reunís para el Día del Amigo? ¿Celebrás Fin de Año?. Las celebraciones son prácticas muy antiguas que nacieron como una estrategia para detenernos y agradecer las bondades de la vida: agradecer por las cosechas, por la lluvia y el sol que nos dan alimento, por los nacimientos y por el tiempo que hemos compartido con los que ya no están, por nuestros padres, por los maestros, por el vino y por un año más. En la vida moderna hemos relegado o trivializado estos rituales convirtiéndolos en algo automático o superficial, carente de su sentido profundo. Recuperar la magia de las celebraciones es una manera de ejercitar el músculo de la apreciatividad.
Uno de los objetivos de las celebraciones, fiestas y rituales es traer a primer plano lo que en la cotidianeidad vivimos como trasfondo. Es suspender el automatismo y tomarnos un espacio y un tiempo para percibir, reflexionar y agradecer la belleza de la vida. Es una manera de detenernos a recuperar lo bueno y poder sacarle aún más brillo.
Lamentablemente pocos de nosotros conocemos o entendemos el significado profundo y el porqué de las celebraciones que practicamos, y la sociedad moderna ha ido encubriendo y hasta desvirtuando sus orígenes, incluso en muchos casos aportándoles un tinte comercial que en cierta medida las envilece. Solo si conocemos realmente el significado de una celebración sabremos si tiene sentido para nosotros ser parte de la misma.
Todos podemos, a nuestro modo y cultura, crear rituales que fomenten y promuevan el aprecio si queremos que las maravillas y las bondades de la vida no se diluyan en la vorágine del día a día. Despertar, la comida en la mesa, una ducha caliente, una flor, un amigo, pueden pasar por obviedades sin un acto ceremonial que nos ayude a tomar conciencia de ellos.
El 2020 ha sido un año lleno de desafíos que nos ha exigido sacar a la luz muchos de nuestros talentos y fortalezas adormecidos. Un año en el que abundaron las dificultades pero en el que también surgieron nuevas oportunidades que pudieron ser aprovechadas solo por aquellos capaces de identificarlas. Creo que este año es especialmente indicado para una celebración reflexiva que invite al autoconocimiento y nos motive a ir hacia adelante de una manera más optimista. Si queremos capitalizar lo aprendido y encontrar el potencial disponible en él, debemos detenernos a indagarlo y a mirarlo con ojos apreciativos y mirada curiosa, abiertos a dejarnos sorprender por las cosas significativas de la vida.
Porque en definitiva, lo que nos hace felices no es lo que poseemos sino cuanto apreciamos y valoramos lo que poseemos. El filósofo griego Epicuro afirmó que “no lo que tenemos, sino lo que disfrutamos es lo que constituye nuestra abundancia”. Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos a diario es a disfrutar más de lo que hay y a preocuparnos menos por lo que aún falta.
¿Pensaste cómo cerrar este 2020? Bailá, comé rico y gozá de unos tragos espirituosos si es que esto es de tu agrado y no olvides, además, crear algunas prácticas y rituales que te permitan reconocer y capitalizar lo mejor del año transcurrido y luego, poniendo tu Apreciatividad en Acción, comenzá a imaginar y a dar los pasos necesarios para abrir y construir con ello tu mejor 2021.

Laura Isanta.