Jefes de lapicera verde

Cuando yo era niña tenía faltas de ortografía y las letras me salían bastante “chuecas”, hasta mis exámenes de matemáticas tenían algún circulo rojo que marcaba alguno de mis “horrores”. En aquellos tiempos, cuando teníamos una mala nota, la escribían en rojo para dejar bien en claro que nuestro examen no cumplía con los estándares esperados. El rojo era sinónimo de error y la mayoría de los profesores remarcaban con firmeza los fallos. Y si bien un 10 podía estar acompañado de un “te felicito”, era difícil ver este mensaje en un 7.

Esta técnica de enseñanza no difiere de la que vemos a diario en muchas empresas donde mientras las personas aprenden nuevas tareas lo que reciben en su mayoría es un marcado círculo rojo sobre lo que aún están haciendo mal. Sin embargo, existe también otro modo de alentar el aprendizaje: el principio del bolígrafo verde. Este principio propone remarcar aquellas cosas que han salido bien en los exámenes de los niños.

¿Cuál es la diferencia principal entre ambas técnicas? Una se focaliza en lo que está mal hecho y tiene como objetivo reducir el error. La otra se focaliza en lo que está bien hecho y tiene como objetivo esforzarnos en hacerlo cada vez mejor.

En cada caso las emociones y actitudes que se despiertan en las personas son completamente diferentes y además nuestro subconsciente tenderá a repetir lo que ha sido resaltado. Nos han enseñado desde niños a focalizar en los defectos y lo que no está bien, y andamos por la vida remarcando con rojo los comportamientos propios y de otros que están por debajo de los estándares que aceptamos.

Tanto nosotros como la mayoría de las personas tenemos habitualmente comportamientos que están por encima de los estándares que aceptamos y, sin embargo, no los destacamos y resaltamos. Hemos aprendido esto desde niños y lo hemos trasladado también a nuestro hacer en  el mundo de las empresas. Aún vemos en muchas compañías jefes portadores de bolígrafos rojos y expertos cazadores de errores que se sienten orgullosos de remarcarlos. Muchos de ellos lo hacen porque así se lo han enseñado y creen que este es el mejor modo de ayudar a las personas a mejorar.

Por suerte, esto se puede desaprender y es posible ayudarlos a construir nuevas maneras de actuar más funcionales y efectivas para su gestión y el florecimiento de sus colaboradores. Un buen regalo que debería recibir todo jefe y líder al asumir su rol es ¡una bonita lapicera verde!

Laura Isanta

*El pedagogo soviético Chalva Amonachvili definió este principio en su obra ¡Hola, niños! (1983) en el capítulo titulado La personalidad y el color de la tinta .